INTRODUCCIÓN:

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MUJER

En el Antiguo Testamento, la sociedad israelita manifiesta una organización patriarcal en que los hombres de más rango dominaban sobre los demás hombres y todas las mujeres. La organización religiosa seguía la misma pauta. Como resultado, la mujer no ocupaba puestos en las instituciones políticas o religiosas. Solamente en la época premonárquica, cuando Israel existía como una federación de tribus, pudo surgir un personaje como Débora, líder de tipo caudillo (Jue 4–5).
Después de que el poder se concentró en la monarquía y el templo, la mujer solo entraba a la historia oficial como reina madre o esposa del rey o del sacerdote. Así como los profetas surgían al margen de estas instituciones, algunas mujeres, como Hulda, aparecían también en ese contexto de carisma personal (2 R 22.14–20).
La subordinación de las mujeres en la sociedad israelita se refleja en un sistema legal que no les otorgaba derechos como persona civil. Las propiedades pasaban del padre a los hijos varones. La hija heredaba solamente en el caso excepcional donde faltaban hijos varones y había que asegurar el traspaso de una propiedad a través de ella a futuros descendientes varones (Nm 27.1–11).
El decálogo exige igualdad en el trato de mujeres y hombres en cuanto al descanso semanal y también en relación con el deber de honrar a ambos progenitores (Éx 20.9–12); sin embargo, el «no codiciarás» enumera como propiedades inalienables del prójimo «su mujer, su siervo, su criada, su buey, su asno o cualquier cosa» (Éx 20.17). En muchos asuntos se aplican normas distintas a la mujer que al hombre. El derecho al divorcio se otorga solo al hombre (Dt 24.1).
Las leyes de pureza e impureza definen a la mujer como impura durante los siete días de su ciclo menstrual y debía mantenerse fuera del contacto con otras personas (Lv 15.19). Se establece un período de cuarenta días de impureza después del alumbramiento de un hijo varón, u ochenta días en el caso de una hija (Lv 12). El efecto de esta legislación era que la mujer quedaba alejada de la vida social y cúltica durante gran parte de su vida. Este sistema erigió una barrera insuperable para la mujer; era imposible considerarla apta para roles públicos.
Dentro de la estructura económica y social, sin embargo, la mujer israelita tenía funciones importantes. Se resumen en dos tipos de trabajo: el productivo y el reproductivo. La mujer manejaba la producción casera del proyecto familiar, con todo lo que esto involucraba de atención a huertas y animales domésticos, de procesamiento de alimentos y de lana para hilo y tejidos. Se dedicaba también a la confección de ropa y de utensilios para uso doméstico. En empresas familiares de más envergadura, la mujer era toda una gerente de personal y producción (Pr 31.10–31).
El trabajo reproductivo abarcaba la gestación y crianza de los hijos. En una sociedad amenzada por las fuerzas de la naturaleza, como también por las de los enemigos, la reproducción de la población se definía como la tarea prioritaria de la mujer. Por eso la mujer estéril se consideraba afligida por Dios (1 S 1.5, 11).
En cambio, una abundancia de hijos era signo del favor divino y también una garantía para la vejez. La sociedad hebrea apreciaba el rol de la madre como maestra y orientadora de sus hijos (Pr 1.8).
La mujer jugaba un papel clave en conservar y perpetuar la fe en Jehová, al trasmitir las creencias y costumbres a las nuevas generaciones. Este papel de la mujer revestía tanta importancia que se rechazaba la posibilidad de que se incorporaran esposas extranjeras a las familias israelitas (Éx 34.14–16).
En la época del regreso del cautiverio, Nehemías denunció el matrimonio con mujeres de pueblos vecinos y la grave consecuencia vista en el hecho de que los hijos no conocían el idioma hebreo (Neh 13.23–24).
Por la influencia que tenía dentro de la familia y también por la importancia de su papel económico, la mujer israelita gozaba de una autoridad informal pero real. En medio de la cultura patriarcal del Antiguo Testamento, la figura de la mujer fue tomada como símbolo en varios sentidos. La alianza de Dios con su pueblo fue simbolizada con la imagen del pueblo como la novia escogida (Ez 16.8). A raíz de la infidelidad del pueblo a Jehová, la imagen de esposa se convierte en la de una prostituta (Os 1–2; Ez 16.15), que sin embargo será restaurada (Is 54.6).

Aparecen también en el Antiguo Testamento algunas alusiones a la mujer como ejemplo de alguna cualidad de Dios, como el amor entrañable de una madre por sus hijos (Jer 31.20), o el tierno consuelo de una madre (Is 66.13). La sabiduría de Dios se personifica como mujer (Pr 8).

LA MUJER EN EL NUEVO TESTAMENTO

INTRODUCCIÓN

Los primeros documentos del Antiguo Testamento dan testimonio de la integración de la mujer en las comunidades cristianas, no solo en el plano de la praxis sino también en la reflexión teológica: «Ya no hay judío ni griego, esclavo ni libre, varón ni mujer, porque todos vosotros sois uno en Cristo Jesús» (Gál. 3.28).
Con esta fórmula bautismal, Pablo insiste en que la Ley está superada; el rito de iniciación en la iglesia ya no es la circuncisión (en que sí hay distinción entre hombre y mujer). Esta libertad de acceso continúa la práctica histórica de Jesús conservada en los Evangelios, que dibujan un cuadro de plena amistad con toda clase de mujer, inclusive con prostitutas (Lc 7.36–50).
Con una conducta poco usual para un rabino, Jesús se hace acompañar de mujeres en su ministerio itinerante, y cuenta con su apoyo (Lc 8.1–3). En las historias acerca de Jesús, se presentan mujeres que necesitan sanidad (Mc 1.30–31; 5.22–43; Lc 13.10–17), y otras que reciben a Jesús en su casa y dialogan con Él (Lc 10.38–42).
Se destacan las discípulas galileas que acompañan a Jesús hasta Jerusalén, donde presencian la crucifixión y se convierten en primeros testigos de la resurrección (Mc 15.40–41; Lc 24.1–10; Mt 28.1–10).
En el Evangelio de Juan persiste la presencia y el protagonismo de la mujer. Un largo diálogo teológico toma lugar entre Jesús y una mujer samaritana, quien emprende al final una exitosa tarea misionera (Jn 4.1–42). La confesión cristológica fundante de la iglesia: «Tú eres el Cristo, el Hijo de Dios», la pronuncia Marta de Betania. Esta misma confiesa además la preexistencia de Jesús: «He creído que tú eres el Cristo, el Hijo de Dios, que has venido al mundo» (Jn 11.27).
El evangelista Juan pone de relieve a una de las mujeres presentes en la crucifixión, María la madre de Jesús, para señalar la incorporación de ella a su comunidad (Jn 19.25–27).
El libro de los Hechos presenta una comunidad cristiana en que mujeres y hombres son activos por igual; tanto unas como otros son tocados por la persecución (Hch 8.3; 9.2). La mujer culpable de mentir ante Dios recibe el castigo al igual que su marido (Hch 5.1–10).
Las cartas paulinas revelan una participación activa de las mujeres en la obra misionera y la vida cúltica de las primeras iglesias. Esto se refleja en la larga lista de saludos que Pablo incluye en Ro 16.1–15. De la veintena de personas que menciona, diez son mujeres, y entre ellas se destacan varias que «han trabajado mucho» en el Señor, expresión que Pablo emplea para describir también sus propias labores apostólicas (1 Co 15.10; Gál. 4.11). En la lista aparecen FEBE y PRISCILA.
En 1 Corintios 9.5, Pablo revela que los otros apóstoles viajan y trabajan junto con su pareja.
En el mundo grecorromano las sinagogas y otras agrupaciones religiosas de distinto tipo incluían a mujeres, y en algunas de estas las mujeres ocupaban puestos importantes.
En la iglesia de Corinto las mujeres profetizaban y oraban en el culto (1 Co 11.5), y a ellas Pablo pide solamente que guarden las costumbres en cuanto a cubrirse la CABEZA.
Aparece luego en la misma carta un párrafo en que se pide a ciertas mujeres que interrumpen la reunión con sus preguntas, que las reserven más bien para la casa y que guarden silencio en la reunión (1 Co 14.34–35). En una iglesia como la de Corinto participaban mujeres solteras, casadas, separadas, viudas (1 Co 7).
En algunos de los matrimonios, uno de los cónyuges no era cristiano. Ahí Pablo dice que la mujer cristiana, al igual que el hombre cristiano, «santifica» a su cónyuge (1 Co 7.14). En Efesios 5.21–30 se recomienda que las parejas adopten una relación de sumisión mutua (v. 21).
En el contexto social del siglo I, con sus grandes desigualdades entre el hombre y la mujer, el autor de esta carta desafía al marido a manifestar el carácter de Cristo en un amor y entrega para el bien de la mujer. Este trato preferencial del marido hacia la esposa lo convierte en fuente de vida para ella. Esta relación se plasma en la figura del marido como CABEZA de la mujer (v. 23), expresión que en el griego no significa autoridad ni mando, sino fuente u origen. La mujer corresponde a este comportamiento del marido con su propia entrega (vv. 22–24).
Esta mutualidad cristiana contrasta con los códigos de conducta doméstica promulgados por los filósofos de la época, que exigían un orden jerárquico entre marido y mujer, así como entre amo y esclavos, y padre e hijos. En el ambiente de las ciudades del imperio crecían las sospechas sobre las iglesias: su conducta igualitaria podía subvertir el orden imperante. Por cierto, 1 Pedro 3.1–6 recomienda a la mujer con esposo no creyente que sea recatada y sujeta, con el fin de evitar sus amenazas y posiblemente ganarlo para la fe cristiana. En 1 Pedro 3.7, se pide al esposo cristiano que trate a su mujer con consideración y honor, como coheredera de la gracia.

Cuando las iglesias comenzaban a institucionalizarse, se restringía la participación de la mujer. El modelo de la casa patriarcal recomendada a las iglesias en 1 Timoteo 3.3–4 conlleva la marginación de la mujer. Específicamente, las cartas pastorales limitan la actividad de las viudas (1 Ti 5.2–16) y prohíben que la mujer enseñe en la iglesia (1 Ti 2.12). Las cartas indican que esta disposición respondía a una situación particular en que algunas mujeres seguían a ciertos falsos maestros y propagaban sus enseñanzas entre la membresía de la iglesia (1 Ti 4.1–3; 2 Ti 3.2–7

EL LUGAR DE LA MUJER EN EL HOGAR. SALMO 128

LAS BENDICIONES DE LOS QUE TEMEN A DIOS.

1 <Cántico gradual.> Bienaventurado todo aquel que teme a Jehová, Que anda en sus caminos.
2 Cuando comieres el trabajo de tus manos, Bienaventurado serás, y te irá bien.
3 Tu mujer será como vid que lleva fruto a los lados de tu casa; Tus hijos como plantas de olivo alrededor de tu mesa.
4 He aquí que así será bendecido el hombre Que teme a Jehová.
5 Bendígate Jehová desde Sion, Y veas el bien de Jerusalén todos los días de tu vida,
6 Y veas a los hijos de tus hijos. Paz sea sobre Israel.
Sólo los que son verdaderamente santos son realmente felices. En vano pretendemos ser de los que temen a Dios, si no tomamos conciencia de mantenernos constantemente en sus caminos. Bendito es todo el que teme a Dios, sea alto o bajo, rico o pobre en el mundo. Si le temes y andas en sus caminos, te irá bien mientras vivas, mejor aún cuando mueras y será lo mejor en la eternidad. Por la bendición de Dios el santo tiene una forma honesta de vivir. Aquí hay una promesa doble: tendrán algo que hacer, porque la vida de ocio es miserable e incómoda, y tendrán salud, fuerza y poder mental para hacerlo. No serán obligados a vivir del trabajo de otras personas.
Es misericordia y deber trabajar y comer nuestro pan en paz. Ellos y los suyos disfrutarán lo que obtengan. Los que temen al Señor y andan en sus caminos son las únicas personas felices, no importa su situación en la vida. Tendrán abundante consuelo en sus relaciones familiares. Tendrán todas las cosas buenas que Dios ha prometido, y por las que oran. Un hombre bueno puede tener poco consuelo al ver a los hijos de sus hijos, a menos que vea la paz en Israel. Todo creyente verdadero se goza en la prosperidad de la Iglesia.
De aquí en adelante veremos grandes cosas, con la paz y reposo eternos que quedan para el Israel de Dios.
Hay aquí un progreso en la edad, porque vamos de los hijos a los nietos: y también un progreso en felicidad, porque los hijos que en el Salmo anterior eran saetas, aquí son renuevos de olivo, y en vez de hablar de «los enemigos en la puerta», cerramos con «Paz sobre Israel!» Así pues, paso a paso, estamos ascendiendo.
 Bienaventurado todo aquel que teme a Jehová. El corazón de un hombre se verá en el camino por el que anda, y la bendición vendrá cuando el corazón y el camino estén, los dos, con Dios. Nótese que el primer Salmo enlaza la bendición con el andar en sentido negativo:
«Bienaventurado el hombre que no anduvo», etc.; pero aquí lo hallamos en conexión con la forma positiva Para gozar de la bendición divina hemos de estar en actividad, y andar; hemos de ser metódicos, v andar en cierta forma; y hemos de ser piadosos, y andar en el camino del Señor.

El camino del Dios es un camino bienaventurado; los caminos de Dios fueron abiertos por el Bendito; fueron pisados por Aquel en quien somos bendecidos; son frecuentados por los bienaventurados, están provistos de medios de bendición; están pavimentados con bendiciones presentes, y llevan a la eterna bienaventuranza; ¿quién podría no desear andar por ellos? 

LA DESCRIPCIÓN DE LA MUJER VIRTUOSA.

PROVERBIOS 31: 10-31

10 Mujer virtuosa, ¿quién la hallará? Porque su estima sobrepasa largamente a la de las piedras preciosas.
11 El corazón de su marido está en ella confiado, Y no carecerá de ganancias.
12 Le da ella bien y no mal Todos los días de su vida.
13 Busca lana y lino, Y con voluntad trabaja con sus manos.
14 Es como nave de mercader; Trae su pan de lejos.
15 Se levanta aun de noche Y da comida a su familia Y ración a sus criadas.
16 Considera la heredad, y la compra, Y planta viña del fruto de sus manos.
17 Ciñe de fuerza sus lomos, Y esfuerza sus brazos.
18 Ve que van bien sus negocios; Su lámpara no se apaga de noche.
19 Aplica su mano al huso, Y sus manos a la rueca.
20 Alarga su mano al pobre, Y extiende sus manos al menesteroso.
21 No tiene temor de la nieve por su familia, Porque toda su familia está vestida de ropas dobles.
22 Ella se hace tapices; De lino fino y púrpura es su vestido.
23 Su marido es conocido en las puertas, Cuando se sienta con los ancianos de la tierra.
24 Hace telas, y vende, Y da cintas al mercader.
25 Fuerza y honor son su vestidura; Y se ríe de lo por venir.
26 Abre su boca con sabiduría, Y la ley de clemencia está en su lengua.
27 Considera los caminos de su casa, Y no come el pan de balde.
28 Se levantan sus hijos y la llaman bienaventurada; Y su marido también la alaba:
29 Muchas mujeres hicieron el bien; Mas tú sobrepasas a todas.
30 Engañosa es la gracia, y vana la hermosura; La mujer que teme a Jehová, ésa será alabada.
31 Dadle del fruto de sus manos, Y alábenla en las puertas sus hechos.
Esta es la descripción de la mujer virtuosa de aquellos días, pero las ideas generales igualmente sirven para toda época y nación. Es muy cuidadosa al recomendarse al afecto y la estima de su marido, para conocer sus ideas, y está dispuesta a que él mande sobre ella.
1. SE PUEDE CONFIAR EN ELLA Y ÉL PERMITE QUE SU ESPOSA ADMINISTRE POR ÉL. Está feliz con ella. Su actividad constante es hacerle el bien.
2. ELLA SE ESFUERZA MUCHO EN SUS DEBERES Y SE COMPLACE EN ELLOS. Tiene cuidado de llenar su tiempo para que nada se pierda. Se levanta temprano. Se dedica a la actividad propia de ella, a cosas de mujeres. Hace lo que hace con toda su fuerza sin actuar frívolamente.
3. HACE QUE LO QUE HACE RESULTE PARA BIEN POR LA ADMINISTRACIÓN PRUDENTE. Muchos se deshacen comprando, sin considerar si se lo pueden permitir. Provee bien para su casa. Ahorra para después.
4. MIRA BIEN LAS COSAS DE SU CASA PARA OBLIGAR A TODOS A CUMPLIR CON SU DEBER PARA CON DIOS Y LOS UNOS CON LOS OTROS, AL IGUAL QUE ELLA.
5. ESTÁ ATENTA A DAR Y A RECIBIR, Y LO HACE GENEROSA Y ALEGREMENTE.
6. ES DISCRETA Y LEAL; TODA PALABRA QUE DICE DEMUESTRA QUE ELLA SE RIGE POR LAS LEYES DE LA SABIDURÍA. Ella no sólo toma medida prudentes para ella misma, sino que da consejos prudentes a los demás. La ley del amor y la bondad está escrita en su corazón y se demuestra por la lengua. Su corazón está lleno del otro mundo, aun cuando sus manos estén sumamente ocupadas en este mundo.
7. POR SOBRE TODO ELLA TEME AL SEÑOR. La belleza no se recomienda a Dios, ni es prueba de sabiduría y bondad, pero ha engañado a más de un hombre que eligió a su esposa por su belleza. Pero el temor de Dios que reina en el corazón es la belleza del alma; dura para siempre.
8. ELLA ES FIRME PARA SOPORTAR IRAS Y DESENGAÑOS. Reflexiona con consuelo, cuando llega a vieja, que no estuvo ociosa ni fue inútil cuando era joven. Se regocija en el mundo venidero. Es una gran bendición para sus relaciones.
Si el fruto es bueno, el árbol debe tener nuestra buena palabra. Pero ella deja que sus propias obras la alaben. Cada uno debiera desear este honor que viene de Dios; y, conforme a esta norma todos debemos regular nuestros juicios.
 Esta descripción debieran estudiar a diario todas las mujeres que desean ser verdaderamente amadas y respetadas, útiles y honorables. Este pasaje debe aplicarse a personas, pero, ¿no podría también aplicarse a la iglesia de Dios que se describe como una esposa virtuosa?

Dios, por su gracia, ha formado una iglesia de creyentes verdaderos de entre los hombres pecadores, para que posea todas las excelencias aquí descritas. 

LA ENSEÑANZA DE 2. 1 CORINTIOS 14: 33 B-36.

INTRODUCCIÓN

En una enseñanza similar Pablo dice:
Como Es Costumbre En Las Congregaciones De Los Creyentes, Guarden Las Mujeres Silencio En La Iglesia, Pues No Les Está Permitido Hablar. Que Estén Sumisas, Como Lo Establece La Ley. Si Quieren Saber Algo, Que Se Lo Pregunten En Casa A Sus Esposos; Porque No Está Bien Visto Que Una Mujer Hable En La Iglesia. ¿Acaso La Palabra De Dios Procedió De Ustedes? ¿O Son Ustedes Los Únicos Que La Han Recibido? (1ª Co 14: 33b-36).
En esta sección Pablo no puede estar prohibiendo toda habla pública de parte de las mujeres en la iglesia, porque en 1ª Corintios 11: 5 claramente les permite orar y profetizar en la iglesia. Por consiguiente, es mejor entender este pasaje como refiriéndose al discurso que está en la categoría que se considera en el contexto inmediato, es decir, la evaluación hablada y juzgar las profecías en la congregación (ver v. 29: «En cuanto a los profetas, que hablen dos o tres, y que los demás examinen con cuidado lo dicho»).
En tanto que Pablo permite que las mujeres hablen y profeticen en la reunión de la iglesia, no les permite hablar en voz alta y dar evaluación o análisis de las profecías que se han dado, porque esto sería una función de gobernar con respecto a toda la iglesia:?
Esta comprensión del pasaje depende de nuestra noción del don de profecía en la edad del Nuevo Testamento, es decir, que la profecía no incluye enseñanza bíblica autoritativa, ni decir palabras de Dios que son iguales a las Escrituras, sino más bien informar algo que Dios espontáneamente trae a la mente: De esta manera, las enseñanzas de Pablo son muy consistentes en 1ª Corintios 14 Y 1ª Timoteo 2: en ambos casos se preocupa por preservar el liderazgo de los varones para enseñar y gobernar en la iglesia.

DE LAS MUJERES QUE HABLAN EN LA IGLESIA.

34 vuestras mujeres callen en las congregaciones; porque no les es permitido hablar, sino que estén sujetas, como también la ley lo dice.
35 Y si quieren aprender algo, pregunten en casa a sus maridos; porque es indecoroso que una mujer hable en la congregación.
36 ¿Acaso ha salido de vosotros la palabra de Dios, o sólo a vosotros ha llegado?
37 Si alguno se cree profeta, o espiritual, reconozca que lo que os escribo son mandamientos del Señor.
38 Más el que ignora, ignore.
39 Así que, hermanos, procurad profetizar, y no impidáis el hablar lenguas;
40 pero hágase todo decentemente y con orden.
Cuando el apóstol exhorta a las mujeres cristianas a que busquen información  sobre temas religiosos de sus esposos en casa, muestra que las familias de creyentes deben reunirse para fomentar el conocimiento espiritual.
El Espíritu de Cristo nunca se contradice, y si sus revelaciones son contrarias a las del apóstol, no proceden del mismo Espíritu.

La manera de mantener la paz, la verdad y el orden en la iglesia es procurar lo bueno para ella, soportar lo que no dañe su bienestar y conservar la buena conducta, el orden y la decencia. 

LA ENSEÑANZA DE PABLO EN 1ª TIMOTEO 2: 11·14.

INTRODUCCIÓN

El pasaje individual de la Biblia que trata más directamente de esta cuestión es 1ª Timoteo 2: 11-14:
La Mujer Debe Aprender Con Serenidad, Con Toda Sumisión. No Permito Que La Mujer Enseñe Al Hombre Y Ejerza Autoridad Sobre Él; Debe Mantenerse Ecuánime. Porque Primero Fue Formado Adán, Y Eva Después. Además, No Fue Adán El Engañado, Sino La Mujer; Y Ella, Una Vez Engañada, Incurrió En Pecado.
Aquí Pablo está hablando de la iglesia cuando está reunida (ver vv. 8-9). En tal ambiente Pablo dice: «No permito que la mujer enseñe al hombre y ejerza autoridad sobre él» (v. 12).
Éstas son las funciones que las realizan los ancianos de la iglesia, y especialmente los que conocemos como pastor en las situaciones de la iglesia contemporánea: Son específicamente estas funciones particulares de los ancianos que Pablo prohíbe que las mujeres ejerzan en la iglesia.
Varias objeciones se han presentado contra esta posición:
(A) Se ha dicho que este pasaje se aplica sólo a una situación específica que Pablo está considerando, posiblemente una en donde las mujeres estaban enseñando doctrina herética dentro de la iglesia de Éfeso.
Pero esta objeción no es persuasiva, puesto que no hay ninguna declaración clara en 1ª Timoteo que diga que las mujeres en realidad estaban enseñando doctrinas falsas.
(1ª Ti 5:13 habla de mujeres que son chismosas, pero no menciona doctrina falsa).
Todavía más, Pablo no les dice simplemente a las mujeres que están enseñando doctrina falsa que guarden silencio, sino que dice: «No permito que la mujer enseñe al hombre y ejerza autoridad sobre él».
Finalmente, la razón que Pablo da para esta prohibición no es la propuesta en esta objeción, sino una muy diferente: la situación de Adán y Eva antes de la caída, y antes de que haya ningún pecado en el mundo (ver v. 13), y la manera en que una inversión en los papeles de hombre y mujer ocurrieron en el momento de la caída (ver v. 14). Estas razones no están limitadas a una situación en la iglesia de Éfeso, sino que tienen aplicación en general a los hombres y mujeres.
(B) Otra objeción dice que Pablo da esta prohibición porque las mujeres no tenían mayor educación en el primer siglo, y por consiguiente no estaban calificadas para papeles de enseñanzas o de gobierno en la iglesia. Pero Pablo no menciona la falta de educación como razón para decir que la mujer no puede «enseñar o tener autoridad sobre los hombres». Sino más bien señala en retrospectiva a la creación (vv. 13-14). Es precario basar un argumento en una razón que Pablo no da en lugar de la razón que sí da.
Además, esta objeción entiende mal los hechos reales de la iglesia antigua y del mundo antiguo. La educación formal en las Escrituras no fue requisito para el liderazgo de la iglesia y la iglesia del Nuevo Testamento, porque varios de los apóstoles no tuvieron educación bíblica formal (ver Hch 4: 13).
Por otro lado, la destreza de alfabetización básica y por consiguiente la capacidad de leer y estudiar las Escrituras estaban disponibles por igual a hombres y mujeres (notar Hch 18: 26; Ro 16: 1; 1ª Ti 2: 11; Tit 2: 3-4).
Hubo muchas mujeres bien educadas en el mundo antiguo, y particularmente en un centro cultural tal como Éfeso.
Finalmente, los que presentan tal argumento a veces son incoherentes en que en otros lugares señalan a mujeres que tuvieron cargos de liderazgo en la iglesia antigua, tales como Priscila. Este punto es especialmente relevante en 1ª Timoteo 2, porque Pablo está escribiendo a Éfeso (1ª Ti 1: 3), que fue donde residían Priscila y Aquila (ver Hch 18: 18-19, 21).
Fue en esta misma iglesia de Éfeso que Priscila supo las Escrituras lo suficiente como para ayudar a instruir a Apolos en el año 51 d.C. (Hch 18:26).
Luego ella probablemente había aprendido de Pablo mismo por otros tres años mientras él se quedó en Éfeso enseñando «todo el propósito de Dios» (Hch 20: 27; 31; también 1ª Co 16: 19).
Sin duda muchas otras mujeres de Éfeso habían seguido su ejemplo y también habían aprendido de Pablo. Aunque más tarde ellos fueron a Roma, hallamos Aquila y Priscila de nuevo en Éfeso al fin de la vida de Pablo (2ª Ti 4: 19), alrededor del año 67 d.C.
Por consiguiente, es probable que estuvieron en Éfeso en el año 65 d.C., alrededor del tiempo cuando Pablo escribió 1ª Timoteo (alrededor de catorce años después de que Priscila había ayudado a instruir a Apolos).
Sin embargo, Pablo no permite ni siquiera a Priscila bien educada o a cualquier otra mujer bien educada de Éfeso que enseñe a los hombres en la asamblea pública de la iglesia. La razón no fue falta de educación, sino el orden de la creación que Dios estableció entre hombres y mujeres.

CÓMO DEBEN COMPORTARSE HOMBRES Y MUJERES EN SU VIDA RELIGIOSA Y EN LA CORRIENTE.

8 Quiero, pues, que los hombres oren en todo lugar, levantando manos santas, sin ira ni contienda.
9 Asimismo que las mujeres se atavíen de ropa decorosa, con pudor y modestia; no con peinado ostentoso, ni oro, ni perlas, ni vestidos costosos,
10 sino con buenas obras, como corresponde a mujeres que profesan piedad.
11 La mujer aprenda en silencio, con toda sujeción.
12 Porque no permito a la mujer enseñar, ni ejercer dominio sobre el hombre, sino estar en silencio.
13 Porque Adán fue formado primero, después Eva;
14 y Adán no fue engañado, sino que la mujer, siendo engañada, incurrió en transgresión.
15 Pero se salvará engendrando hijos, si permaneciere en fe, amor y santificación, con modestia.
En los tiempos del evangelio la oración no debe limitarse a una casa de oración en particular, pero los hombres deben orar en todas partes. Debemos orar en nuestros cuartos, orar en nuestras familias, orar cuando comemos, orar cuando viajamos, y orar en las asambleas solemnes, sean públicas o privadas. Debemos orar con amor; sin ira ni contienda, sin enojo con nadie. Debemos orar con fe, sin dudar y sin debatir.
Las mujeres que profesan la religión cristiana deben ser modestas para vestirse, sin demostrar un estilo inadecuadamente elegante u ostentoso o de alto costo. Las buenas obras son el mejor adorno, porque según el criterio de Dios, son de elevado precio. La modestia y la limpieza deben tomarse más en cuenta que la elegancia y la moda en cuanto a la ropa. Sería bueno que las que profesan una piedad seria estén totalmente libres de vanidad para vestirse. Deben gastar más tiempo y dinero en socorrer al pobre y al angustiado que en adornarse ellas mismas y sus hijos.
Hacer esto en una forma inadecuada para su rango en la vida, y su profesión de piedad, es pecaminoso. Estas no son fruslerías, sino mandatos divinos. Los mejores adornos para quienes profesan la piedad son las buenas obras. Según San Pablo no se permite que las mujeres enseñen públicamente en la iglesia, porque enseñar es un oficio de autoridad. Pero las buenas mujeres pueden y deben enseñar los principios de la religión verdadera a sus hijos en casa.
Además, las mujeres no deben pensar que están excusadas de aprender lo necesario para la salvación, aunque no deben usurpar la autoridad. Como la mujer fue última en la creación, que es una razón para su sumisión, también fue primera en la transgresión.

Pero aquí hay una palabra de consuelo; que las que permanezcan en modestia serán salvas al tener hijos, o con tener hijos, por el Mesías que nació de una mujer. La tristeza especial a que está sometido el sexo femenino, debe hacer que los hombres ejerzan su autoridad con mucha gentileza, ternura y afecto.