LOS DEBERES QUE SE CONVIERTEN EN SANA DOCTRINA.
1 Pero tú habla lo que está de
acuerdo con la sana doctrina.
2 Que los ancianos sean sobrios,
serios, prudentes, sanos en la fe, en el amor, en la paciencia.
3 Las ancianas asimismo sean
reverentes en su porte; no calumniadoras, no esclavas del vino, maestras del
bien;
4 que enseñen a las mujeres
jóvenes a amar a sus maridos y a sus hijos,
5 a ser prudentes, castas,
cuidadosas de su casa, buenas, sujetas a sus maridos, para que la palabra de
Dios no sea blasfemada.
6 Exhorta asimismo a los jóvenes a
que sean prudentes;
7 presentándote tú en todo como
ejemplo de buenas obras; en la enseñanza mostrando integridad, seriedad,
8 palabra sana e irreprochable, de
modo que el adversario se avergüence, y no tenga nada malo que decir de
vosotros.
Los antiguos discípulos de Cristo deben comportarse en todo de
manera armoniosa con la doctrina cristiana. Los ancianos deben ser sobrios; que
no piensen que el deterioro de la naturaleza justifica cualquier exceso, pero
busquen consuelo en la comunión más íntima con Dios, no en concesiones
indebidas. La fe obra por amor y debe verse en el amor, el de Dios por sí mismo
y el de los hombres por amor a Dios. Las personas mayores tienden a ser
irritables y temerosas; por tanto, se necesita cuidarlas.
Aunque no hay un texto bíblico expreso para cada palabra o mirada,
hay, no obstante, reglas generales conforme a las cuales debe ordenarse todo.
Las mujeres jóvenes deben ser sobrias y discretas, porque muchas se exponen a
tentaciones fatales por lo que al principio pudo ser sólo falta de discreción.
Se agrega la razón: para que no sea blasfemada la Palabra de Dios. Fallar en
los deberes es un gran reproche al cristianismo.
Los jóvenes son dados a ser ansiosos y precipitados, por tanto, se
les debe llamar con seriedad a que sean sobrios: hay gente joven que se arruina
más por el orgullo que por cualquier otro pecado. Todo esfuerzo del hombre
piadoso debe ser para callar las bocas de los adversarios. Que tu propia
conciencia responda a tu rectitud. ¡Qué gloria es para el cristiano cuando la
boca que se abre en su contra, no puede hallar nada malo para hablar de él!